El cine no deja de revisitarle : “A good woman”, “La importancia
de llamarse Ernesto”, “El abanico de Lady Windermere”... Obras de una ligereza
encantadora, como la espuma del champán.
Pero la biografía de Pearce nos
acerca a un Wilde mucho más profundo. Un Wilde obsesionado con la idea de
hacerse católico; un Wilde hipócrita victoriano que deja en su casa a su fiel Constance
y a sus hijos para correr de hotel en hotel con muchachitos dulces ; o que
emprende viaje a Argelia con Lord Alfred Douglas en busca de efebos. Que
afirma que “no hay obras morales o
inmorales, sino literatura buena o mala”.Que se odia a sí mismo por sus
debilidades y se ama a sí mismo por sus excentricidades.
Éxitos, murmuraciones, dinero,
viajes, placeres de todo tipo, amigos. Y la sensación enervante de ser el
hombre de moda en Londres, en Nueva York y en París.
Así hasta la gran caída que
supone su demanda a Lord Queensberry, padre de su joven amante por calumnias. No vio
el peligro hasta que estuvo en él. La demanda se volvió en su contra, y una
multitud de testigos le habían visto en decenas de situaciones comprometidas.
Llega así su ingreso en prisión,
sus trabajos forzados (¡Oscar Wilde en la rueda de andar, seis horas
seguidas!), la crueldad innecesaria con que fue tratado, y su famosa
Balada de la cárcel de Reading, así como
su carta al joven Douglas, cuyas hojas numeradas le eran retiradas cada noche
por su guardián.
Allí Wilde se reencontró con su
alma, e hizo propósitos de nueva vida. Pero una vez libre, no logró ver a su
esposa ni a sus hijos, y volvió a pasar unos meses con el autor de sus desdichas,
Alfred Douglas, que no pudo soportar su decadencia. Ya no podía escribir. El
hombre de mundo era abandonado por el mundo.
Murió en París, en una buhardilla, sin un
franco, acompañado sólo de algunos amigos. El día antes de su muerte un
sacerdote le aceptó en la Iglesia Católica
y le dio los últimos Sacramentos.
Pearce destaca algo esencial en
Wilde: su vida puede calificarse de inmoral, sus palabras de paradójicas y
escandalosas, pero sus obras…sus obras, desde los Poemas a los Cuentos, desde
el Retrato de Dorian Grey hasta cualquiera de sus obras teatrales tienen un
profundo fondo moral y cristiano en los
que la verdad triunfa sobre la mentira y el bien sobre el mal.
Curiosa paradoja del genio de las
paradojas.