lunes, 24 de marzo de 2014

EXILIO


 

Ernestina de Champourcin  escribió versos hasta el día antes de morir. Vivió la dura experiencia del exilio, y volvió de su México amado ya viuda, pero aún joven de alma.

Mirando hacia atrás, recordaba aquella marcha de España con su marido, Juan José Domenchina, que había sido, siquiera de nombre, secretario de Azaña.

Provisional, decíamos/Cosa de poco tiempo/Y no vale la pena vaciar las maletas.(…)

¿Quién fue, quien fue, Dios mío/Lo que nos trajo aquí/En fascinada espera?

En México encontró la paz para su alma inquieta, y el perfume de su recuerdo la acompañó siempre. Su encanto la cautivó.

¿Fue Dios, fueron los dioses/ con sonrisa de jade/ y melena de víbora,?/

¿O fue el huele-de-noche/ fragante y taciturno?

Es tan fácil atar el corazón con flores, / Basta un collar de hibiscos/ en torno a una garganta/ y entre los pies el cepo/ de alguna buganvilla…

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