La palabrería y locuacidad de Celestina representan la
perversión del don de la palabra. Ella aturde, despierta la sensualidad,
alimenta la vanidad, corrompe la verdad y siembra la destrucción, incluida la
suya propia.
Aquí se ve bien la ruptura entre
la estética y la ética. Porque ¡qué bien suenan sus mentiras!
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