Cuando Tom Hanks naufragó en una
isla desierta, algunos pensaron que iban a ver un nuevo Robinson Crusoe, un
anglosajón decidido y civilizador, ingenioso y técnico. Pero no hubo nada de
eso.Hanks era un niño torpe y desvalido, sollozante y obsesivo.
Crusoe, el hombre ilustrado,
confiaba en Dios y en sí mismo, creó su propio destino .En su soledad, se
defiende, se instala, reza, siembra, amaestra, recorre la isla.
Definitivamente, nos hemos vuelto
vulnerables, ignorantes y sentimentales.
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